sábado, 30 de junio de 2012

CAPÍTULO 23.


23 1Señor, Padre y Dueño de mi vida,
no me dejes caer por su culpa.
2¡Quién pusiera un cómitre sobre mis pensamientos
y un sabio instructor en mi mente
que no perdonara mis yerros ni disimulara mis pecados!
3Para que no aumenten mis ignorancias
ni se multipliquen mis pecados;
para que no caiga ante mis adversarios
ni se alegre el enemigo de mi ruina.
4Señor, Padre y Dios de mi vida,
1bno me entregues a su capricho;
4bno permitas que mis ojos sean soberbios,
5aparta de mí los malos deseos;
6gula y lujuria no se apoderen de mí,
no me entregues a pasión vergonzosa.  

Sobre el hablar
(EcIo 5,9-6,1; 19,4-17; 27,8-15)  

7Hijos, escuchad mi instrucción sobre el hablar:
el que la guarda no quedará atrapado.
8EI pecador se enreda en sus propios labios,
el arrogante e injurioso tropieza con ellos.
9No te acostumbres a pronunciar juramentos
ni pronuncies a la ligera el nombre santo.
10Como el siervo sometido a interrogatorio
no saldrá sin cardenales,
así el que jura por el nombre continuamente
no quedará limpio de pecado.
11El que mucho jura se llena de maldad,
y el látigo no se apartará de su casa;
si se equivoca, incurre en pecado,
si no cumple, peca el doble;
si jura en falso no será absuelto,
y su casa estará llena de calamidades.
12Hay palabras que merecen la muerte:
¡que no existan en la heredad de Israel!
Los hombres religiosos están lejos de tales cosas
y no se revuelcan en pecados.
13No acostumbres tu boca a mal hablar,
porque será causa de pecado;
14acuérdate de tu padre y tu madre
cuando te sientes entre los nobles:
no sea que te descuides en su presencia
y eches una mancha en tu educación;
desearás no haber nacido
y maldecirás el día que viste la luz.
15El que se acostumbra a insultar
no aprenderá en toda la vida.
16Dos clases de hombres multiplican pecados
y una tercera provoca la cólera de Dios:
17el sensual que arde como fuego,
no se apagará hasta consumirse;
el que fornica con una pariente,
no cesará hasta abrasarse;
el lujurioso que encuentra sabroso cualquier pan,
no parará hasta que el fuego lo consuma.
18El que es infiel al lecho matrimonial
diciéndose: «¿Quién me ve?,
la oscuridad me rodea, las paredes me encubren,
nadie me ve, ¿por qué temer?,
el Altísimo no tendrá en cuenta mis pecados»,
19sólo teme la mirada de los hombres
y no sabe que los ojos del Altísimo
son mil veces más brillantes que el sol
y contemplan todos los caminos de los hombres
y penetran hasta lo más escondido.
2OTodo lo conocía antes de crearlo
y lo mismo después de terminado.
21Pues cuando menos lo piense, será arrestado
y será castigado en la plaza pública.
22Lo mismo la mujer que abandona al marido
y proporciona un heredero de un extraño:
23En primer lugar, desobedeció la Ley del Altísimo;
en segundo lugar, ofendió a su marido;
en tercer lugar, se prostituyó con adulterio
y le ha dado hijos de un extraño.
24Habrá de comparecer ante la asamblea,
y el castigo recaerá sobre sus hijos;
25sus hijos no echarán raíces
y sus vástagos no darán fruto;
26su recuerdo será maldecido
y su infamia no se borrará.
27Los restantes reconocerán
que nada hay más importante que temer al Señor
ni más dulce que guardar sus mandamientos. 
 

23,1 Los títulos divinos son desusados, porque no es normal que un individuo llame a Dios padre: otro caso en 51,1.10. El verso se parece al comienzo y final de nuestra oración dominical: "Padre ... no nos dejes caer ...•.
23,2 De las palabras penetra en los pensamientos. Como el maestro emplea el castigo corporal para educar, así haría falta una corrección interior insobornable; el hombre a solas consigo se excusa y se perdona. Las "ignorancias" pueden abarcar inadvertencias y cosas ocultas: véase Sal 19,13. Sobre las inadvertencias hay una legislación que favorece la toma de conciencia: Lv 4,2.22.27; 5,15.18; Nm 15,22-31.
23,3 La alegría triunfante del enemigo es tópico de los salmos: p. ej. 13,5; 25,3.
23,4-6 A palabras y pensamientos siguen deseos y acciones. "Soberbios": véase Prov 6,16s.
23,7-15 Nueva instrucción sobre el dominio de la lengua, que se añade a las otras: 5,9-6,1; 19,4-17;
27,8-15. Aquí se fija especialmente en abusos y malos hábitos adquiridos: aunque supone la legislación, apela sólo a la sanción humana. Quince versos en distribución irregular.
23,7-8 Por imprudencia propia o por malicia ajena, uno puede quedar atrapado en lo que ha dicho: Prov 6,2, cfr. Job 15,6.
23,8 Eclo 6,2.
23,9-11 Hay ocasiones que exigen un juramento, el cual se pronuncia invocando el nombre de la propia divinidad: los israelitas el nombre de Yhwh. El decálogo protege el "nombre santo" prohibiendo su invocación para certificar la falsedad (Ex 20,7). Ben Sira diferencia el precepto: por la frecuencia, por la falsedad, por no cumplir lo prometido. Compárese con Lv 5,4-6. La comparación del siervo no está clara.
23,12 Se refiere a la blasfemia, sin nombrarla, sancionada con pena de muerte: Lv 24,16. Le da reparo el mero nombre del delito: corresponde al eufemismo que sustituye "maldecir" por "bendecir" (Job 1,5).
23,13-14 Mal hablar: en sentido amplio: grosería, indecencia etc. Creado el hábito, es muy difícil controlarse; el mal hablado queda mal en una reunión importante, y hace pensar que sus padres no han sabido educarlo.
23,16-27 Desarrolla el último punto de la oración, 23,6. Cuatro versos sobre tres pecados de lujuria (16-17), seis sobre el adúltero (18-21), seis sobre la adúltera (22-26), conclusión (27).
23,16-17 Proverbio numérico al estilo de Prov 30. Si la terna abarca hasta el v. 26, los tres casos serían: fornicario, adúltero, adúltera. Es más probable que la terna abarque sólo hasta el v. 17, y entonces los casos serían: fornicación, incesto, adulterio; no tiene en cuenta la masturbación. En tal interpretación resulta que el autor comenta ampliamente el tercer caso. La comparación con el fuego puede proceder de Prov 6,27, si no era común; en la literatura posterior ha hecho fortuna. Pero el punto de Ben Sira es que el fuego devora y consume: la pasión atiza su sanción. Sobre el incesto: Lv 18,6; 25,43.
23,18-21 La legislación matrimonial de Israel no era igualitaria. La mujer casada cometía adulterio con cualquier hombre ajeno; el marido cometía adulterio sólo cuando tenía relaciones con una casada. La concepción de Ben Sira es, por lo menos ambigua. Da casi la misma extensión a los dos casos; y define el adulterio del marido como "infidelidad a su lecho": compárese con la concepción de Prov 6,20-35.
23,18 La clásica pregunta de desafío, Sal 10,11; 94,7, tiene una sugestión especial en nuestro caso, y es más un tranquilizarse que un desafío (Job 24,15).
23,20 La mirada de Dios abarca y trasciende la totalidad del tiempo, antes y después.
23,21 El castigo es la infamia pública, menos grave que el previsto en Lv 20,10.
23,22-26 Está bien graduado el triple aspecto del delito: ofensa contra Dios (Ex 20,14), injusticia contra el marido, prostitución propia. En la asamblea los hijos son declarados ilegítimos. Dt 23,3.
23,27 El verso final abarca todos los casos y conduce la instrucción al tema fundamental del libro: respeto de Dios y cumplimiento de la ley; no dice nada de sensatez y necedad.

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