domingo, 8 de julio de 2012

CAPÍTULO 32.


Banquetes

32 1Si te toca presidir un banquete,
no presumas, sé como los demás;
2Ocúpate de ellos antes de sentarte,
mira qué necesitan antes de ocupar tu puesto;
así te alegrarás con la concurrencia
y te darán la corona de la cortesía.
3Tú, anciano, habla cuando te corresponda,
pero refrena tu talento y no interrumpas el canto
4en el momento de brindar no sueltes un discurso,
y aunque no haya música, no exhibas tu sabiduría.
5Joya de azabache en collar de oro
es el canto en medio del banquete,
6sello de esmeralda engarzado en oro
es la música entre la delicia del vino.
7Tú, joven, habla si es indispensable;
y a lo más dos y tres veces, si te lo piden;
8resume tus palabras, di mucho en poco espacio,
sé como quien sabe y se calla.
9Con los ancianos no discutas,
con los que mandan no insistas.
10Antes del granizo fulgura el relámpago,
antes de la modestia, la simpatía.
11 A la hora de despedirte no te entretengas,
saluda al huésped y vuelve a casa;
12allí podrás entretenerte
respetando a Dios y no con ligereza;
13da gracias por todo a tu Creador,
que te ha colmado de bienes.

Temor de Dios

14El que consulta a Dios, recibirá su enseñanza;
el que madruga por él, obtendrá respuesta.
15ElI que estudia la Ley llegará a dominarla,
pero el hipócrita se enredará en ella.
16El que teme al Señor aprenderá a juzgar
y dará señales en el crepúsculo.
17El hombre perverso rechaza la corrección
y acomoda la Ley a su conveniencia;
18el hombre prudente no esconde la sabiduría,
mientras que el insolente no guarda la lengua;
el sabio no acepta soborno,
el arrogante no acepta el mandato.
19No hagas nada sin aconsejarte,
y una vez hecho no te arrepentirás.
20No sigas camino peligroso
y no tropieces dos veces en una piedra;
21no te fíes por camino de salteadores
y guárdate las espaldas.
23En todas tus obras vigílate,
22el que así obra guarda el mandato.
24EI que guarda la Ley se guarda a sí mismo,
el que confía en el Señor no queda defraudado.

32,1-13 Continúan las normas de buena educación en los banquetes, hasta el momento de la despedida.

32,1-2 El banquete está aquí considerado como importante fiesta social. Los comensales se colocan alrededor o se recuestan, según la nueva moda griega. La presidencia no es sólo de honor, sino que trae obligaciones para que la fiesta proceda bien: al final el presidente acertado recibe la felicitación de los comensales.

32,3-6 El anciano goza de consideración especial en aquella cultura. Aunque Ben Sira
estima mucho las sentencias de los sabios, considera la música más oportuna en un banquete. Se trata aquí de música con acompañamiento: 40,20-21. Es dudosa la identificación de las joyas.

32,5 Eclo 40,20-21.

32,7-10 En cambio, el joven tiene que resistir y hacerse de rogar. Su sabiduría se mostrará en saber callar o en hablar brevemente, su modestia le ganará la simpatía. Véase Prov 17,27 y nuestro refrán: "Mozo bien criado ni de suyo habla ni preguntado calla".

32,11-13 Estos versos son bastante dudosos. Después de 11 el manuscrito hebreo lee "Mientras comes no hables mucho, aunque se te ocurran muchas cosas", que está fuera de sitio y parece obedecer a una falsa lectura. Sin este verso, el tratado tiene catorce versos en estrofa s de tres y cuatro versos. Toda la exposición concluye con el tema religioso y el temor de Dios: Ben Sira acepta los bienes y goces terrenos y por ellos da gracias a Dios, véase 1 Tim 4,3-4.

32,14-33,1 Las cuatro estrofas están dominadas por el tema religioso, y el temor de Dios concluye la primera y la cuarta. El texto hebreo presenta variantes entre las que escogemos las más probables.

32,14-16 La actitud religiosa es personal, se dirige a Dios como persona. Uno de sus ejercicios es "buscar" o "consultar" a Dios, cosa que en otros tiempos se hacía en el templo a través de un sacerdote, y el Señor daba su oráculo como respuesta. Véase p. ej. Sal 9,11; 14,2; 22,27; 24,6; 34,5.11; 69,33; 105,4; 119,2.10. Según la vieja tradición, la mañana es el momento de la gracia, por eso el hombre debe madrugar para alcanzarla, y el salmista incluso despierta a la aurora con su música: Sal (63,2; 57,9; 108,3; 119,147).

32,15 Paralelo de buscar o consultar a Dios es el consultar o estudiar la ley: tal actividad puede degenerar en casuística rabínica, contra la que predica Cristo, y también puede tener el signo personal de referencia al Señor. El salmo 119 dice en su segundo verso: "Dichoso el que, guardando sus preceptos, lo busca de todo corazón"; Ben Sira se considera uno de estos estudiosos de la ley, y reconoce también la existencia de los que consultan la ley con hipocresía, para sacar partido de ella, como indica la estrofa siguiente.

32,16 Paralelo de consultar la ley, fuente y cumbre de lo anterior, es temer al Señor. Tal actitud confiere al hombre sensibilidad para discernir o juzgar en las cuestiones de la vida. Aquí no se habla sólo de juicio como proceso, sino del recto sentido moral emanado del sentido religioso. Tales decisiones, ofrecidas a otros que consultan, son corno señales de un faro que dirigen la nave en la oscuridad. Iluminar y dirigir a otros debe ser la tarea del maestro que consulta a Dios y su ley.

32,17 -18 La segunda estrofa contrapone dos tipos humanos: el perverso o insolente o arrogante y el sabio. Naturalmente, este sabio es el mismo de la estrofa precedente; el perverso es el antagonista, que no acepta o violenta la ley, y no acepta la corrección porque no quiere cambiar de conducta: Prov 12,1; 13,1; 15,5.32.

32,19-21 La tercera estrofa da normas de prudencia. El v. 19 se opone a v. 17. Camino en sentido moral, según la exposición de Prov 1,8-19; 2,11-15.

32,23-33,1 La cuarta estrofa desanda el camino: comienza por la conducta moral y retorna a la actitud religiosa. Dos aspectos de la misma realidad. Es notable que "confiar en el Señor" es paralelo de "temer al Señor", lo cual prueba que el temor no es miedo, sino respeto: respeto y confianza constituyen dos polos de la auténtica actitud religiosa. Para el que teme al Señor el sufrimiento adquiere carácter de prueba, como decía el cap. 2. 

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