miércoles, 11 de julio de 2012

CAPÍTULO 39.


El sabio
(Pro v 1,2-7; EcI12,9-1O; Eclo 24,30-34; Sab 7-8)

39 1En cambio, el que se entrega de lleno
a meditar la Ley del Altísimo
indaga la sabiduría de sus predecesores
y estudia las profecías,
2examina las explicaciones de autores famosos
y penetra por parábolas intrincadas,
3indaga el misterio de proverbios
y da vueltas a enigmas.
4Presta servicio ante los poderosos
y se presenta ante los jefes,
viaja por países extranjeros
probando el bien y el mal de los hombres;
5se propone madrugar por el Señor, su creador, y reza delante del Altísimo,
abre la boca para suplicar pidiendo perdón de sus pecados.
6Si el Señor lo quiere,
él se llenará de espíritu de inteligencia;
Dios le hará derramar sabias palabras,
y él confesará al Señor en su oración;
7Dios guiará sus consejos prudentes,
y él meditará sus misterios;
8Dios le comunicará su doctrina y enseñanza,
y él se gloriará de la Ley del Altísimo.
9Muchos alabarán su inteligencia, que no perecerá jamás;
nunca faltará su recuerdo, y su fama vivirá por generaciones;
10la gente comentará su sabiduría
y la asamblea pronunciará su elogio;
11en vida, tendrá renombre entre millares,
que le bastará cuando muera.

Exhortación: todo es bueno
(Gn 1)

12He pensado más cosas y las expondré,
pues estoy lleno como luna llena;
13escuchadme, hijos piadosos, y creceréis
como rosal plantado junto a la corriente;
14perfumad como incienso,
floreced como azucenas, difundid fragancia,
alzad la voz en canto de alabanza,
bendecid al Señor por sus obras,
15exaltad la grandeza de su nombre
y alabadlo con himnos,
con cantos acompañados de instrumentos,
pronunciando aclamaciones:
16Las obras de Dios son todas buenas,
y cumplen su función a su tiempo.
17Con su palabra reunió las aguas,
a su orden se congregaron.
18En cada momento se cumple su voluntad,
y nada rehúsa su servicio;
19tiene delante las acciones de todo viviente,
y nada se esconde a su mirada;
20desde siempre y por siempre está mirando,
y no tiene límite su salvación.
 
Nada es pequeño o menudo para él,
nada le es difícil o imposible.
21No vale decir: ¿para qué sirve esto?,
pues cada cosa tiene asignada su función;
no vale decir: «Esto es peor que aquello»,
porque cada cosa vale en su momento.
22Su bendición desborda como el Nilo,
como el Éufrates riega la tierra;
23su cólera desposee a las naciones
y convierte en marisma el regadío.
24Sus caminos son llanos para los honrados
y son escabrosos para los arrogantes.
25Al principio creó bienes para los buenos,
y para los malos, bienes y males.
26Son esenciales para la vida humana: agua, fuego, hierro, sal,
flor de harina, leche, miel, sangre de uva, aceite, vestido.
27Todo esto aprovecha a los buenos
y se convierte en daño para los malos.
28Hay vientos creados para el castigo
que con su furia descuajan las montañas,
para ejecutar la sentencia desatan su poder
y aplacan la cólera de su Hacedor.
29Rayos y granizo, hambre y peste:
también fueron creados para el castigo;
30bestias feroces, alacrán y víbora,
y espada vengadora que aniquila a los malvados.
Todo ello fue creado para su función
y está almacenado hasta el momento oportuno.
31Al recibir sus órdenes se alegran
y no protestan de sus mandatos.
32Por eso hace tiempo que estoy convencido,
he reflexionado y lo he puesto por escrito:
33«Las obras de Dios son todas buenas
 
y cumplen su función a su tiempo».
34No digas: «Ésta es mala, ¿para qué sirve?»,
porque cada una es útil a su tiempo.
35y ahora cantad con toda el alma
y bendecid el nombre del Dios Santo.

39,1-11 La figura del sabio contiene probablemente rasgos autobiográficos. Se desarrolla en cuatro estrofas de cuatro versos.

39,1-2 Estudios. La ley o Pentateuco, los profetas ya codificados, los sabios; estos últimos diferenciados según géneros. Compárese con el Sal 1.

39,4-5 Enlaza la actividad civil del sabio con su vida religiosa. Formar gobernantes y consejeros era una de las tareas de las escuelas de sabios. Los viajes son a la vez servicio y aprendizaje. En la oración entra el salterio.

39,6-8 Empareja artificiosamente el don de Dios y la actividad del maestro. Espíritu de inteligencia: don carismático como en Is 11,2. 

39,9-11 Su enseñanza le sobrevive y con ella, la fama perdurable. Consuelo que serena a quien no espera otra vida.

39,12-15 La confesión autobiográfica desemboca en una exhortación emocionada a los discípulos: puede verse Eclo 24,32-33. El aprendizaje y la actividad sapiencial tienen algo de himno que asciende como incienso hacia Dios. El himno abarca 24 (ó 25) versos repartidos en cuatro estrofas.

39,16 Gn 1 afirma la bondad de todo y justifica la alabanza universal. Pero la experiencia histórica parece desmentir dicha bondad. El maestro se encara con el problema fijándose en la función de cada ser.

39,17 Reminiscencia de Sal 33,7, que habla de las aguas marinas: el elemento re-
belde y amenazador obedece sin más la orden de Dios.

39,18-20 Cada verso lleva un segundo hemistiquio negativo. Siguen las reminiscencias de Sal 33: su voluntad omnipotente, su saber ilimitado, su salvación innumerable. El último verso es conclusivo: ni por pequeño ni por grande queda nada fuera de su atención y actividad, 15,19; 16,17-23; 42,18-20.

39,21-25 La segunda estrofa comienza con dos objeciones y sus correspondientes respuestas, en las que retorna el principio del verso 1: hay que distinguir la función y el momento. Después desarrolla por oposiciones radicales: bendiciones y cóleras son dos actitudes y acciones de Dios, la primera provocada por su amor, la segunda por el pecado del hombre; los efectos están vistos en imágenes de agua fecunda y sequía, aludiendo a Sal 107,34 Y quizás a Sodoma y Gomorra. Los caminos de Dios son los mismos: es el hombre quien introduce la distinción y turba el orden creado.

39,23 Sal 107,34.

39,25 Sirve de conclusión a esta estrofa e introduce el tema de la siguiente. "Al principio" es el tiempo anterior al pecado, Gn 1; la distinción entre bien y mal entra por el pecado, Gn 2-3; pero el pecado no anula totalmente los bienes y bendiciones de Dios.

39,26-30 Esta estrofa tiene siete versos: quizá sobre uno.

39,26 Véase 29,21 que habla de agua y pan, vestido y casa. El autor quiere enumerar diez cosas necesarias a la vida, fundamentalmente buenas; el criterio de selección da ventaja a comidas y bebidas. Sobre la terminología véase Sal 81,17; 147,14; Dt 32,14; Gn 49,11.

39,27 Se afirma y no se explica cómo esos bienes se convierten en males: los primeros quizá por su ambivalencia, los segundos quizá por el abuso. El verso es resonancia del v. 25.

39,28-30 Se enumeran nueve males cuando esperábamos diez: quizá a vientos se añadían terremotos. Los fenómenos atmosféricos pueden ser elementos de teofanía; en Ezequiel es clásica la cuaterna hambre y peste, fieras y espada.

39,30b-35 La última estrofa recoge la conclusión y repite varios datos; véase Lv 26,21-25.

39,31 Véase Sal 148,8.

39,32 Después de la reflexión y el estudio el autor afirma su convicción, que desea comunicar a otros. El tema inicial retorna con nueva fuerza, la objeción es de nuevo rechazada, la teodicea desemboca y concluye en himno. Qué lejana esta discusión tranquila del dramatismo de Job, que siendo inocente, ha sentido en su carne la desgracia. Ben Sira afirma la conexión de la desgracia con el pecado, pero no baja al plano individual del gran problema ni resuelve su última paradoja. 

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