viernes, 27 de julio de 2012

CAPÍTULO 50.


50 1El más grande de los hermanos y honor de su pueblo
es el sacerdote SIMEÓN, hijo de Juan.
En su tiempo se reparó el templo,
en sus días se restauró el santuario,
2en su tiempo cavaron la cisterna
y un pozo de agua abundante,
3en sus días reconstruyeron las murallas
con torreones para el palacio real;
4protegió a su pueblo del saqueo
y fortificó la ciudad para el asedio.
5Qué majestuoso cuando salía de la tienda
asomando detrás de las cortinas:
6como estrella luciente entre nubes,
como luna llena en día de fiesta,
7como sol refulgente sobre el palacio real,
como arco iris que aparece entre nubes,
8como rama florida en primavera,
como azucena junto a la acequia,
como rama de cedro en verano,
9como incienso ardiendo sobre la ofrenda,
como cadena de oro
con piedras preciosas engarzadas,
10como olivo frondoso cargado de olivas,
como árbol balsámico de espeso ramaje.
11Cuando se ponía el traje de gala y vestía los ornamentos de fiesta,
cuando subía al altar glorioso dando realce a la explanada del santuario,
12cuando de pie, junto a la pira,
 
recibía de sus hermanos las porciones,
rodeado de una guirnalda de jóvenes
como pimpollos de cedros del Líbano
y lo cercaban como chopos de río
13los hijos de Aarón, engalanados;
y ante toda la asamblea de Israel
presentaba los dones al Señor.
14Cuando terminaba el servicio del altar
y preparaba la ofrenda del Altísimo,
16aclamaban los sacerdotes aaronitas
tocando las trompetas labradas,
aclamaban, y su voz majestuosa resonaba
proclamando la presencia del Altísimo;
17todo el pueblo a una se apresuraba
a prosternarse en tierra,
para adorar la presencia del Altísimo,
la presencia del Santo de Israel;
18mientras los cantores entonaban
sobre suave acompañamiento de arpegios,
19todo el pueblo cantaba
suplicando al Misericordioso.
Cuando terminaba el servicio del altar
y de ofrecer a Dios lo establecido,
2Obajaba, y alzando las manos
hacia la asamblea de Israel,
pronunciaba la bendición del Señor,
honrándose con el nombre del Señor.
21De nuevo el pueblo se prosternaba
para recibir la bendición del Altísimo.
22y ahora bendecid al Señor, Dios de Israel,
que ha hecho maravillas en la tierra.
que cría al hombre desde el vientre materno
y lo forma a su voluntad.
23El os conceda sensatez 
y que reine la paz entre vosotros.
24Manténgase su fidelidad con Simón
y cúmplale el pacto de Fineés,
y no se lo quite ni a él ni a su descendencia
mientras dure el cielo.

Tres enemigos

25Dos naciones aborrezco y la tercera ya no es pueblo:
26los habitantes de Seír y Filistea y el pueblo necio que habita en Siquén.

Envío y firma

27Enseñanza prudente. consejos oportunos
de Simón, hijo de Jesús, hijo de Eleazar, hijo de Sirá,
como brotaban de su meditación
y los pronunciaba con sabiduría.
28Dichoso el que los medite. el que los estudie se hará sabio.
29el que los cumpla tendrá éxito, pues respetar al Señor es vivir.

50,1-24 Terminado el elogio de los antepasados, Ben Sira piensa en el presente, vivo o reciente. El sumo sacerdote, oficiando en el culto, representa la continuidad religiosa del pueblo santo, y es a la vez garantía del futuro. El esplendor del culto es manifestación de una gloria más grande, el sacerdote es mediador de la presencia divina. Cuando él pronuncia el nombre santo, el pueblo siente la presencia de Dios, se prosterna, adora, recibe la bendición. Simón renueva la actividad de Nehemías, la liturgia de Aarón y Fineés. El pueblo de Israel se puede seguir llamando "su pueblo".

50,1-4 Recuerda a Ezequías y Nehemías: el sumo sacerdote ha asumido la dirección política y militar.

50,5-10 Lo más bello en el cielo, entre las plantas, entre las joyas, se acumula en este momento maravilloso. Moisés salía radiante del trato con el Señor, Ex 34: algo así el sumo sacerdote cuando sale del santuario, Lv 16,24.

50,11-21 Repasa tres momentos de la liturgia: la subida al altar para ofrecer, la invocación del nombre divino, la bendición.

50,11-13 Recalca la función de los "hijos de Aarón", otra vez signo de continuidad. El esplendor impresiona ahora más que el mismo hecho del sacrificio y la ofrenda.

50,14-19 El rito de las trompetas, Nm 10,10, iba acompañado de gritos de aclamación y de un pronunciar el Nombre: esto era un recuerdo ritual que realizaba o proclamaba la presencia de Dios; por eso el pueblo se postra y adora a su Señor presente. A continuación siguen las súplicas cantadas con acompañamiento, es decir, salmos.

50,20-21 Momento final: la bendición se da pronunciando sobre el pueblo el nombre del Señor: Nm 6,22-27; Sal 67.

50,22-24 La exhortación y la súplica parecen abandonar la descripción litúrgica, y suenan como comentario en boca del autor. Es interesante el objeto de la petición: sabiduría para otros y paz. que apenas ha asomado en todo el libro; por el contexto, se trata de la paz entre sus compatriotas. En la súplica por Simón suena un acento mesiánico.

50,25-26 No sabemos a qué circunstancias históricas se debe este desahogo inesperado o esta cita desligada. Los tres pueblos habían sido enemigos en diversas circunstancias históricas; en tiempos del autor son más bien presa política o militar de lágidas o seléucidas.

50,27-29 Título y firma del libro vienen al final, como en el Eclesiastés: encontramos reunidos varios términos sapienciales: enseñanza, consejos, prudencia, sabiduría; es nuevo el término ptr, que significa interpretación de sueños o de la Escritura. Gran parte de la actividad sapiencial del autor ha sido reflexionar sobre los libros sagrados e interpretarlos. De sus discípulos exige meditación atenta, que es repetición no mecánica; estando su enseñanza ordenada a la vida, también pide el cumplimiento. Y termina nombrando la síntesis de toda su enseñanza, que es el temor de Dios, el sentido religioso. El final se une con el comienzo. 

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